El concepto de pelea al que nos referimos aquí contempla situaciones que suele darse entre las personas, y por tanto también en la familia, que se pueden definir como:
- Discusiones
- Enfrentamientos
- Conflictos
Por tanto, entendemos por peleas aquellas situaciones en las que entre dos o más personas se producen: enfrentamientos por posiciones personales; discusiones por puntos de vista diferentes; disputas por conseguir alguna cosa, rivalidades por querer ganar algo…
Abordaos este tema porque consideramos que es frecuente que en las familias se produzca en algún momento una situación que genere enfrentamientos o conflictos entre sus miembros. En este sentido no debemos olvidar que nuestras vidas no carecen de conflicto, produciéndose las primeras discusiones o conflictos en el núcleo familiar. Por ello llegamos a tres importantes conclusiones:
1. La pelea de la familia es normal.
2. Comprender y utilizar los resultados de una pelea que se produce por motivos justos (y no incluye el uso de la fuerza) puede ser una norma positiva de producir cambios beneficiosos para el crecimiento de la familia y, por lo tanto, de sus miembros.
3. Por el contrario, cuando la pelea es injusta (e incluye el uso de la fuerza) puede resultar un arma peligrosa ya que puede afectar, e incluso destruir, la familia y causar un inmenso daño en sus miembros.
Pelea Constructiva / Pelea Positiva Pelear es algo normal (esto es lo primero y más importante que debemos recordar de la pelea), es parte esencial del crecimiento personal, y es tan importante como el contacto físico y el afecto.
¿Por qué se pelean los hermanos?
Las peleas entre hermanos son habituales en todas las familias y un motivo de estrés para los padres. ¿Quieres saber por qué surgen y cómo solucionar este problema? Te contamos cómo mediar con equilibrio
¿Por qué se pelean los hermanos? ¿Qué hay detrás de estas confrontaciones? ¿Son simples problemas puntuales por cosas de poca importancia? Llamar la atención de sus padres, celos, envidia, marcar el territorio… son las principales razones por las cuales los pequeños se pelean habitualmente. Esto no significa que no haya un gran afecto entre ellos, simplemente no tienen aún establecido el vínculo indisoluble que propicia ser hermanos.
Lo más importante que comparten y por lo que luchan es el amor y la atención de sus padres. Para conseguirlo muchas veces utilizan el enfrentamiento para llamar la atención y conseguir que sus progenitores estén pendientes de ellos.
La enemistad del hermano mayor hacia el pequeño es una fuente de conflictos. Las mayores atenciones de los adultos, familia y amistades, hacia el chiquitín de la casa, son un motivo por el que el grande moleste al otro, incluso llegando a pegarle
Los celos que sufre hace que quiera que sus padres se fijen en él, aunque sea por conductas negativas.
Uno de los factores que influye también decisivamente en el comportamiento de los niños son los modelos que ven en casa y en la calle, sobre todo los televisivos y los de los videojuegos. Vivimos en una sociedad en la que la confrontación, la disputa y la pelea son fenómenos frecuentes y notorios; de hecho, según cifras de la Asociación de Psicología de Estados Unidos, un niño antes de los 12 años habrá visto unos 100.000 actos violentos en la televisión. Esto provocará que el niño desde pequeño encuentre en la violencia una manera habitual de resolver los conflictos que le surjan.
Cómo actuar entre las peleas entre hermanos
En primer lugar, debemos distinguir si la pelea entre los hermanos es un problema habitual o si se trata de una anécdota puntual.
1. Separarles es lo primero a la hora de mediar en una pelea de hermanos. Detener la pelea. Lo primero que hay que hacer siempre, por supuesto, es separar a los niños si se están agrediendo físicamente, o hacerles callar si es una discusión verbal.
2. Mediación. Una vez que los ánimos estén más calmados es el momento de la mediación. Este es un proceso a largo plazo que nos dará mucho trabajo, pero que tendrá unos efectos más persistentes y conseguirá mejores resultados que el castigo, que no podrá ser aplicado en su futuro como adultos cuando tengan un enfrentamiento con los demás. En el momento inicial de la mediación, ambos niños deben explicar qué ha pasado según ellos, centrándose en los hechos y no en la búsqueda de culpables.
3. Aportar soluciones. Con las posturas sobre la mesa, es el momento de las soluciones. Ellos deben proponer algunas y nosotros otras si vemos que las de ellos aún no son adecuadas (irán aprendiendo a buscar las mejores). Cuando haya propuestas las anotaremos y debatiremos sobre ellas
4. Supervisar los acuerdos. Toda decisión tomada en la mediación ha de ser supervisada para comprobar si los acuerdos adoptados son respetados por ambas partes. Al principio muchas veces veremos que no lo hacen, y entonces tendremos que sentarnos a hablar con quien no cumple su parte del trato. Es preciso tener paciencia, porque es un método que no encuentra soluciones de hoy para mañana, es más lento, pero sus resultados perdurarán toda la vida.
Errores más comunes al afrontar los problemas entre hermanos
Lo más importante es ser conscientes de que en cualquier momento puede ocurrir un enfrentamiento entre nuestros hijos. Podemos darles pautas para que solucionen sus problemas sin recurrir a la violencia, pero eso no elimina por completo el riesgo.
1. No comparar a los hijos. Una de las actitudes erróneas más habituales cuando se tienen dos o más hijos es compararles, y obviamente siempre uno será mejor que el otro en algunos aspectos. Este es el semillero donde nacen la envidia, los celos y el conflicto.
2. Evitar las etiquetas. Otro de los comportamientos más usuales de los adultos y que no resulta apropiado es etiquetar a los pequeños: “es un envidioso”, “siempre está protestando”, “¡qué malo es!”, etcétera
3. No buscar culpables. Asimismo, tenemos que evitar hurgar en la herida del conflicto con preguntas como: “¿quién empezó todo?”. Aunque parezca la reacción más normal en un primer momento, esto no aporta nada más allá de buscar un culpable.
4. Es mejor negociar que imponer. La forma en la que las normas suelen ser decididas en un hogar puede ser una fuente de conflictos, al ser algo impuesto y externo a los niños. Esto no significa que ellos deban decidir qué está permitido y qué prohibido, sino que sean partícipes en la creación de las reglas de la casa. Obviamente algunas reglas han de ser impuestas (sobre todo las de seguridad), pero otras pueden ser fruto de la negociación, donde todos debemos hacer concesiones.